Bob Hoover, famoso piloto de pruebas y actor frecuente en espectáculos de aviación, volvía una vez a su casa en Los Ángeles de uno de estos espectáculos que se había realizado en San Diego. Tal como se describió el accidente en la revista Operaciones de Vuelo, a cien metros de altura los dos motores se apagaron súbitamente. Gracias a su habilidad, Hoover logró aterrizar, pero el avión quedó seriamente dañado, pese a que ninguno de sus ocupantes resultó herido.
Lo primero que hizo Hoover después del aterrizaje de emergencia fue inspeccionar el tanque de combustible. Tal como lo sospechaba, el viejo avión a hélice, reliquia de la Segunda Guerra Mundial, había sido cargado con combustible de jet, en lugar de la gasolina común que consumía. Al volver al aeropuerto, pidió ver al mecánico que se había ocupado del avión. El joven estaba aterrorizado por su error. Le corrían las lágrimas por las mejillas al ver acercarse a Hoover. Su equivocación había provocado la pérdida de un avión muy costoso, y podría haber causado la pérdida de tres vidas. Es fácil imaginar la ira de Hoover. Es posible suponer la tormenta verbal que podía provocar semejante descuido en este preciso y soberbio piloto. Pero Hoover no le reprochó nada; ni siquiera lo criticó. En lugar de eso, puso su brazo sobre los hombros del muchacho y le dijo: -Para demostrarle que estoy seguro de que nunca volverá a hacerlo, quiero que mañana se ocupe de mi F-51.
Veamos 3 técnicas fundamentales para tratar con las personas estos conceptos están basados en el libro de como ganar amigos e influir en las personas de Carnegie
Técnica 1: No critiques, no condenes, ni te quejes.
“He pasado los mejores años de la vida dando a los demás placeres ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que he conseguido son insultos, y la existencia de un hombre perseguido”. Esta frase es de “Al Capone”, que se consideraba un benefactor público a quien nadie comprendía ni apreciaba.
Lewis Lawes, alcalde de una famosa cárcel de Sing Sing de New York aseguraba que pocos de los criminales que había conocido se consideraban hombres malos. La mayoría intenta mediante algún tipo de razonamiento, justificar sus actos antisociales aún ante sí mismos, y por consiguiente mantienen con firmeza que jamás se les debió encerrar en prisión.
Si esto es lo que piensan de si mismos algunos de los criminales más temidos de nuestra sociedad, ¿qué diremos de las personas con quienes tu o yo, entramos en contacto? Y es que 99 veces de cada 100, nadie se critica a sí mismo por nada, por grandes que sean sus errores. Así que ¿de qué sirve criticar a otra persona por sus actos o comportamientos? Pues sirve principalmente, para ponerla a la defensiva y hacer que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque lastima, hiere el orgullo, daña el sentido de importancia que tiene esa persona y despierta su resentimiento.
El resentimiento que genera la crítica puede desmoralizar empleados, miembros de familia y amigos; y lo peor de todo es que ni así se logra corregir la situación que se ha criticado.
Lo único que se puede obtener como resultado de la crítica es que obedezcan de mala gana.
¿Entonces, cuál es la manera correcta de corregir a los demás? En vez de recurrir a la crítica, puedes hacer una sugerencia y explicar por qué o cómo se beneficiará la otra persona de ello.
En lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Imaginemos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso e interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad.
“No te quejes de la nieve en el techo del vecino, cuando también cubre el umbral de tu casa”- Confucio.
Técnica 2: Demuestre aprecio honrado y sincero.
Jonh Dewey, uno de los más profundos filósofos de EEUU dijo que el impulso más profundo de la naturaleza humana es “el deseo de ser importante”. Este sentido de importancia es lo que inspiró a Dickens para escribir sus novelas inmortales. Ese lo que hizo de Rockefeller reuniera millones y millones de dólares que jamás gastó.
Si esto es así, imagina los milagros que tú o yo podremos lograr ofreciendo a los demás un reconocimiento sincero de su importancia en el mundo.
Nos cuenta el autor que una de las primeras personas que comenzó a ganar más de 1 millón de dólares anuales en EEUU fue Charles Schwab, designado presidente de una gran empresa fabricante de acero, que ese momento atravesaba muchos problemas. ¿Por qué Charles era un buen candidato? ¿Porque sabía más que nadie acerca de la fabricación del acero? ¿Porque era un genio? No. Charles fue elegido por su capacidad de tratar con la gente. ¿Su secreto? según él mismo:
“Considero que el mayor bien que poseo es mi capacidad para despertar entusiasmo entre las personas, y que la forma de desarrollar lo mejor que hay en una persona es por medio del aprecio y el apoyo. Nada hay que mate tanto las ambiciones de una persona como las críticas de sus superiores. Jamás critico a nadie. Creo que se debe dar a una persona un incentivo para que trabaje. Por eso siempre estoy deseoso de ensalzar, y soy reacio a encontrar defectos. Si algo me gusta, soy caluroso en mi aprobación y generoso en mis elogios.”
¿Qué solemos hacer la mayoría? Si algo no nos gusta, armamos un escándalo; si nos gusta, no decimos nada.
Con esto, no estamos hablando de adular por adular. Estamos hablando de un elogio sincero. De aceptar a las personas tal y como son. Y para ello se necesita una gran dosis de humildad, que se recoge en la siguiente frase:
“Todo hombre que conozco es superior a mí en algún sentido. En ese sentido, aprendo de él” (Emerson)
Trata pues de pensar en las buenas cualidades de los demás. Olvida la adulación barata. Da una prueba de aprecio honrado, sincero de esas cualidades, y la gente acogerá con cariño tus palabras y las atesorará y las repetirá toda su vida.
“el principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado”.-William james.
Pamela Dunham, de New Fairfield, Connecticut, tenía entre las responsabilidades de su empleo la supervisión de un peón de limpieza que estaba haciendo un trabajo muy deficiente. Los otros empleados se burlaban de este joven, y descuidaban especialmente la limpieza de las instalaciones para demostrar qué mal hacía su trabajo. Las cosas habían llegado a un punto en que había empezado a perderse tiempo productivo. Pamela probó varios modos de motivar a esta persona, sin éxito. Notó que en una ocasión hizo especialmente bien su trabajo. Entonces lo elogió en presencia de otra gente. A partir de ahí el trabajo empezó a mejorar, y muy pronto el joven cumplía eficientemente con sus tareas. Hoy día hace un excelente trabajo, y recibe el aprecio y reconocimiento que merece. La apreciación honesta logró resultados allí donde la crítica y el ridículo habían fallado.
Técnica 3: Despierte en los demás un deseo vehemente.
¿Por qué hablar de lo que necesitamos o deseamos?
Eso es infantil y absurdo.
Es obvio que a ti te interesa lo que TÚ necesitas o deseas. Pero la realidad es que a nadie más le interesa porque a ellos les interesa lo que ellos mismos desean o necesitan.
Dicho esto, Carnegie explica que, entonces, el único medio del que disponemos para influir sobre la otra persona es precisamente hablar sobre lo que él o ella quiere y demostrarle cómo conseguirlo.
El autor pone un ejemplo muy claro: si no quieres que un hijo fume, no le hables de lo que tú quieres; muéstrale que los cigarrillos pueden afectar su desempeño físico y sus resultados en el equipo deportivo de la escuela.
Así que piensa en lo que le gusta o le interesa a la otra persona. Pregúntate:
– ¿Qué va a ganar haciendo lo que yo quiero que haga?
– ¿Cómo puedo vincular lo que yo quiero con lo que quiere el otro? (explícale cómo puede ser beneficioso o de utilidad)
“Si hay un secreto del éxito reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del prójimo y ver las cosas desde ese punto de vista así como del propio.” –Henry Ford
El autor hace énfasis en que ambas partes en la negociación deben salir ganando.
Ver desde el punto de vista de la otra persona, y despertar en esa persona un deseo ferviente sobre algo, no debe confundirse con manipular a esa persona de modo que haga algo en contra de sus propios intereses.
Cuando tenemos una idea brillante, en lugar de hacer que la otra persona piense que es nuestra, ¿por qué no dejarle que prepare esa idea en su mente por sí misma? Entonces considerará que la idea es suya y así le gustará más.