¿Por qué Google o Apple tuvieron éxito?¿Por qué las app son cada vez son más sencillas? Porque nos hacen la vida más fácil. ¿Cómo se consigue la simplicidad?
Partiendo del supuesto de que el exceso de información y la complejidad dominan nuestras vidas, John Maeda en su libro » Las leyes de la Simplicidad » nos guía con un conjunto de principios bajo la guía universal de la Simplicidad que puede ser útil en el desarrollo de un producto, servicio o incluso en la organización de nuestra vida.
Así, es que hoy analizaremos las 10 leyes de la simplicidad que propone John Maeda:
Ley 1. Reducir
La mejor manera de alcanzar la simplicidad es mediante reducción razonada.
La forma más fácil de simplificar es a través de la reducción: eliminando la funcionalidad innecesaria. Cuando diseñamos productos o servicios, queremos que realicen tareas complejas, pero que al mismo tiempo sean lo más fáciles de usar posible. El desafío es lograr este equilibrio.
Google es el ejemplo obvio más simple: se reduce a una caja con un motor de búsqueda. Sin embargo, detrás se esconde un sistema complejo que nos permite encontrar lo que buscamos entre millones de posibilidades.
Ley 2. Organización
La organización hace que muchos parezcan pocos.
La organización hace que los sistemas complejos parezcan más simples. Agrupar elementos comunes ayuda a entender todo mejor, pero crear demasiados subgrupos de ideas puede volver a complicar las cosas. En el caso límite, un subgrupo para cada cosa, estaríamos como al principio. Así que tienes que ser moderadamente organizado.
En los estantes de los supermercados, los consumidores buscan categorías antes que marcas, por lo que una buena organización es fundamental: dirige la mirada de los compradores, simplifica su proceso de toma de decisiones y les ayuda a encontrar lo que quieren comprar.
Ley 3 Tiempo
El ahorro de tiempo se percibe como simplicidad.
Los usuarios asocian el uso de un producto con una experiencia simple si el producto resuelve sus problemas en un período de tiempo relativamente corto. Cuando no se puede acortar la duración de los procesos más críticos, debemos centrarnos en hacer llevaderos los tiempos de espera.
Por ejemplo: la velocidad de carga de una tienda online, un requisito básico para que los usuarios no se desesperen ni se aburran.
Ley 4. Aprendizaje
El conocimiento lo hace todo más fácil.
El aprendizaje lo hace más sencillo. Apretar tornillos es un trabajo muy fácil. Simplemente use un destornillador y gire a la derecha. Sin embargo, si observa a los niños, es posible que, sin saberlo, le den la vuelta y se frustren. Un ejemplo muy obvio, pero que sirve para ilustrar cómo el aprendizaje puede reducir la complejidad.
Sin embargo, el proceso de aprendizaje lleva tiempo, lo que «contradice» la tercera ley. ¿Quién no se ha saltado un minitutorial para lanzar una aplicación o software? Si bien debe intentar evitar «obligar» al usuario a aprender una tarea, a veces esto es inevitable. En estos casos, el aprendizaje mediante un tutorial mejorará la simplicidad.
Ley 5. Diferencias
La simplicidad y la complejidad se necesitan.
La simplicidad se ve sólo en contraste con la complejidad. Por eso es cada vez más importante, a medida que aumenta la complejidad en todos los ámbitos de la vida. Lo ideal es encontrar un ritmo que alterne entre las dos situaciones, extrayendo lo mejor de cada una.
Un anuncio silencioso destaca en un mar de anuncios ruidosos; una página en blanco de un periódico destaca entre multitud de letras negras; un dispositivo con un solo botón sorprende frente a un dispositivo con 10 botones; un producto con solo uno el beneficio es mejor que uno que pretender ser bueno en todos los aspectos. Como algunas artes marciales, la estrategia consiste en apoyarse en la fuerza del oponente, la simplicidad se apoya en complejidad de los demás.
Ley 6. Contexto
Lo que hay en la periferia de la simplicidad no es periférico.
Hay mensajes que rodean y complementan lo que diseñamos o creamos.
John Maeda relató una experiencia interesante. Dijo que fue a cenar a la casa de un diseñador amigo suyo, donde todas las paredes eran blancas y todos los muebles eran blancos. En un plato, también blanco, sirvió un poco de sushi. El detalle es que sobre un fondo muy blanco, el rojo del atún, el rosa del salmón, la caballa plateada y las hojitas verdes que forman el plato se veían de una manera diferente a como se hubiera visto en cualquier otro contexto.
Ley 7. Emoción
Más emociones son mejores que menos.
Tenemos que generar emociones con nuestros diseños.
Dar algo de emoción a algo se puede mejorar a costa de sacrificar algo de simplicidad.
Embellece tu producto o servicio para conseguir que los usuarios sientan un mayor apego emocional o potenciamos su sensación de bienestar.
Hay quien elige productos sencillos y minimalistas, como algunos móviles o iPods, y lo primero que hace es personalizarlos, incluyendo pegatinas, fundas y accesorios varios. Dar a los objetos sentimiento y emoción es un rasgo muy humano.
Ley 8. Confianza
Confiamos en la simplicidad.
Nos sentimos desconfiados cuando nos perdemos en la confusa tienda online o nos resulta difícil realizar negocios en nuestra aplicación bancaria. Confiamos cada vez más en un producto o servicio cuando se ejecuta con agilidad y sencillez.
Por ejemplo Netflix o Spotify son plataformas muy intuitivas que facilitan al máximo el consumo de películas y música online. Miles de usuarios confían en su servicio por su sencillez.
Ley 9. Fracaso
Algunas cosas no se pueden simplificar.
Los errores nos ayudan a aprender y mejorar. No podemos emprender un nuevo camino sin correr el riesgo de equivocarnos. Aunque el fracaso también demuestra que algunas cosas no se pueden hacer mejor o más sencillas de lo que son. Cuando se trata de coser, nada es más simple que una aguja e hilo.
Ley 10. La única
La simplicidad consiste en eliminar lo obvio y añadir lo relevante.
Cuando todo lo demás falla, debemos recordar que la clave para la simplificación es eliminar lo obvio y resaltar lo que es importante y diferente.
El mito del bolígrafo de la NASA ilustra perfectamente la Décima Ley. Cuenta la leyenda que después de la primera misión espacial, la NASA se dio cuenta de que los bolígrafos no funcionarían sin la gravedad. Tras invertir miles de dólares y horas de trabajo, la agencia espacial ha conseguido crear un bolígrafo capaz de escribir en el espacio. Ante el mismo problema, los rusos optaron por utilizar un lápiz. Cierto o no, esta historia sirve como ejemplo para enfatizar que las soluciones simples a menudo son las mejores.